A. Schopenhauer, "El mundo como voluntad y representación".
"El hombre corriente se ve enteramente satisfecho y colmado por lo cotidiano, queda absorbido por él, encuentra por doquier iguales suyos y posee ese gusto por la rutina que le es negado al genio. (...) Así alguien prudente, en tanto que y mientras lo sea, no será genial, y alguien genial, en tanto que y mientras lo sea, no será prudente. (...) Ya se sabe que resulta raro encontrar aparejada una gran personalidad con una predominante sensatez, sino que más bien al contrario los individuos geniales a menudo están sometidos a vehementes afectos y pasiones irracionales. (...) Tampoco quiero dejar de mencionar que he conocido a cierta gente con una gran superioridad intelectual acaso no eminente, pero sí rotunda, que al mismo tiempo delataban un ligero viso de demencia. Conforme a ello, pudiera parecer que toda elevación del intelecto por encima del promedio ordinario es algo así como una anormalidad que predispone a la locura".