Bob Black, "La abolición del trabajo".

"Todos los trabajadores industriales (y oficinistas) son empleados y padecen formas de vigilancia que aseguran la sumisión. (...) La degradación que la mayoría de los trabajadores experimenta en el lugar de trabajo es la suma de variopintas humillaciones que cabe agrupar bajo la denominación de disciplina. (...) El trabajo convierte la libertad en una parodia. Según el discurso oficial tenemos derechos y vivimos en democracias. (...) La burocracia estatal controla hasta el menor detalle de la vida cotidiana. (...) La jerarquía que hay en una oficina o una fábrica es del mismo tipo que la que hay en una prisión o en un monasterio. De hecho, como han demostrado Foucault y otros, las prisiones y las fábricas aparecieron más o menos al mismo tiempo, y quienes las gestionaban se inspiraron conscientemente en sus técnicas de control respectivas".

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