No es difícil adivinar la mediocridad en el rigor y la compostura, por eso Unamuno dudaba entre razón y fe, entre realidad e idealidad; también Kierkegaard, y algo parecido sucedía con los antiguos griegos, quienes dibujaban dioses que engullían a sus propios hijos, y es que la excepcionalidad tiene más de abismal que de otra cosa.

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