Malas noticias

Sentado en pendiente, la veo venir, arrastrando una silla de ruedas, cuesta arriba. Es ya anciana. "¡La vida!", me lamento. Veo que vende boletos del Euromillón. Nunca compro nada parecido, pero este caso es especial: vengo de una mala noticia y estoy leyendo a Marcuse. Las malas noticias a veces nos reconcilian con la vida: está todo perdido por un instante, por lo tanto, no hay nada ya que temer. Por otra parte, Marcuse habla de las condiciones laborales; entre otras cosas, habla de los peligros de la propaganda y la publicidad, y de la importancia de tener unas condiciones de trabajo agradables en vez de desagradables; habla de amos y servidores y de muchas cosas más. La veo acercarse y pienso en ello. "¿Qué lleva?", le pregunto. "El Euromillón", repone ella. Le compro y me siento doblemente en paz: por una parte, la ilusión ante la posibilidad de ser millonario; por otra, la sensación de ayudar. Una paz efímera, impostada. "¡Egoístamente, has ayudado egoístamente!", me recrimino. "Pero has ayudado y te has ayudado", concluyo. No hay más, no hay medios ni fines en sí mismos cuando uno no está en paz consigo mismo: ahora se trata de sobrevivir.

Jesús de la Palma

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