La vida sin amigos sería un error
Yo vivo, el tema del 2000 de Mucho Muchacho con 7 Notas 7 Colores, comienza diciendo: «Yo vivo calle, yo vivo peligroso, yo vivo rap y coches». ¿Por qué me acuerdo de esta canción, referente del rap español de todos los tiempos? Por una rima que entona más adelante Mucho Muchacho, con el desparpajo que lo caracteriza: «Tú con tus amigas, y yo con mis amigos». ¿Y por qué Yo vivo, y en concreto este fragmento? Pues porque mi esposa ha pasado la tarde con sus amigas y yo con un amigo. Un amigo, por cierto, al que hacía años que no veía; un viejo amigo con el que he retomado una amistad que, según mis cuentas, dura ya veintiocho años. Más de dos décadas, casi tres de amistad, es un número difícil de asimilar, por lo que nuestra amistad ha sufrido baches, encontronazos y dulces reencuentros como el de hoy. En cuanto al carácter, somos como dos toros de lidia que han aprendido a convivir en tanto que han terminado por entender que no son el uno sin el otro. Hoy he visto a la misma persona de siempre con otros ojos, con mirada aristotélica, y con la frase que abre el camino al primer punto y seguido del libro VIII de la Ética nicomáquea, dedicado a la amistad, grabado a fuego en el subconsciente: «En efecto, sin amigos nadie querría vivir». Mientras estaba con él, ha sonado mi guásap. Era otro amigo, con el que mantengo una relación quizá no tan intensa, lo que no obsta para que el cariño y respeto que le profeso sea un acicate para continuar la vida, pues no hay momento más gratificante para el ser humano que sentirse querido, recordado, arropado. «Nuestra necesidad de consuelo es insaciable», qué afirmación tan bella y contundente la de Stig Dagerman, ¿cómo no citarlo una vez y otra...? Retomo la idea aristotélica de amistad: «Dos marchando juntos, pues con amigos los hombres están más capacitados para pensar y actuar».
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