Al teléfono

Anoche hablaba con mi hijo mayor sobre los dos últimos acontecimientos artísticoculturales a los que he asistido y que aún me rondan por la memoria, a saber: la última de Joaquín Phoenix, con Todd Phillips al volante, Joker: Folie à Deux, y lo último de Manuel Vilas, El mejor libro del mundo.
   Cuando recibí su llamada (lo estaba esperando, pues es su hora de llamarme, y ayer tocaba), tenía entre manos la Historia Oxford de Grecia y el mundo helenístico
   Estaba tan cansado (era a última hora de la tarde, ya oscurecido) que cogí el teléfono con amor de padre, pero sin espíritu. No obstante, solo tuvieron que pasar un par de minutos para que recobrara el ánimo y empezaran a fluir las ideas y las palabras, todo lo que quería decirle y que había quedado sepultado bajo toneladas de agotamiento físico y mental. 
   Hubo tiempo para hablar de Yugoslavia y su trágico desenlace, y de China, concretamente de Foxconn, la empresa que, según se describe en La máquina es tu amo y señor, «dio lugar a una mitología en torno a su éxito corporativo hasta 2010, cuando la muy publicitada avalancha de suicidios de trabajadoras y trabajadores, tanto en sus fábricas como residencias, durante ese año, situó la atención del mundo sobre el lado oscuro de su régimen de contratación». 
   Trataba de contextualizar nuestro lugar en el mundo. 
   Hubo tiempo en cincuenta y ocho minutos y cincuenta y ocho segundos para abordar asuntos personales y materia trivial; asimismo, para esbozar, mediante una ligera pincelada, un retrato del musical de marras: «Tú conoces a Bruno Mars, ¿verdad? La cuestión es que tiene una canción con Lady Gaga, y la vi hace poco, y ni fu ni fa; ahora, hay una interpretación musical de Phoenix con Gaga en el Joker que me pareció magistral». También lo de la cárcel y el manicomio.
   Sobre Vilas, que es un viejo (para mí no lo es, pero sí para mí hijo) que se abre en canal.
   Vilas se pronuncia muy honestamente sobre los oscuros entresijos de la mente del escritor de éxito y el mundo editorial; de esto no hablé con mi hijo, lo recuerdo ahora que escribo porque es un terreno tan enfangado como los demás. No existe la panacea. El que quiera ser feliz, que lea a Séneca.
   Heródoto, Jerjes y el ejército espartano, a propósito de la lectura que tengo entre manos, también sonaron en la conversación.


Jesús de la Palma 

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