Un elefante...

Despertar con niños es cantar hasta diez veces Un elefante se balanceaba: «Diez elefantes se balanceaban...». Más tarde hemos salido a dar un paseo y a jugar. S. ha resbalado y se ha caído. No ha sido nada, pero he sabido leer en sus ojos; estaba tan desconsolado que he ido a cogerlo en brazos y darle mimos: «¿Cómo estás, mi vida; dónde te has hecho daño?». Al poco se ha repuesto. Ya de vuelta lo he comentado con su madre: «¿Sabes, solo necesitaba atención? Hay un escritor, no me acuerdo cómo se llama; sí, Stig Dagerman; decía que nuestra necesidad de consuelo es insaciable». Le he referido entonces un pasaje de Olive Kitteridge: «Aquella horrible historia del hombre que saltó —y sobrevivió—, que se había paseado por el puente Golden Gate durante una hora, llorando, y había dicho que, si alguien se hubiera parado a preguntarle por qué lloraba, no habría saltado».

Jesús de la Palma 

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