Prurito narrativo

Ella lee a veces mis entradas del diario, bien porque yo se las muestro, bien porque las encuentra en Facebook. Me gusta cuando les regala un corazón o cuando me dice de viva voz que «está muy bien lo último que has escrito, me ha gustado mucho». Ella es más lectora, no tiene, como yo, ese prurito narrativo, insalvable y condicionante hasta límites inconfesables. En El dios salvaje, Al Álvarez analiza la separación pasajera de Ted Hughes y Sylvia Plath: «Es probable que cuando dos poetas originales, ambiciosos, plenamente dedicados se unen en matrimonio, y los dos son productivos, cada poema que escribe uno le dé al otro la sensación de que lo ha extraído de su cráneo».

Jesús de la Palma 

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