Petición de fianza

La audiencia para la fianza de Richard Kuklinski afortunadamente está grabada. Kuklinski, asesino a sueldo de la mafia italiana, y condenado por seis asesinatos, una vez en prisión confesó haber matado a entre cien y doscientos hombres. Durante la audiencia se muestra impertérrito, haciendo alarde de su sobrenombre: “Iceman (hombre de hielo)”; un apodo que se ganó por congelar a sus víctimas. Pero el personaje principal de la trama judicial es el abogado de la defensa, un letrado veterano, con treinta y seis años de experiencia a sus espaldas, que no se reprime a la hora de tildar como ridícula la petición por parte de la fiscalía de una fianza de dos millones de dólares de 1986, y quien alega asimismo, en defensa de Kuklinski, que lleva veinticinco años casado, con tres hijos, uno de ellos educado en una universidad católica; un hombre de familia. Esta es la parte que particularmente llama mi atención: ¿cómo puede llevar una vida familiar un asesino a sueldo sin que su mujer e hijos sospechen lo más mínimo de su doble vida? Sin duda, un claro ejemplo del matrimonio como institución.

Jesús de la Palma 

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