Pena de muerte

Vuelvo al caso de Fredrick Baer, asesino confeso de una madre joven y su hija de cuatro años, a las que no conocía de nada. Trevor MacDonald realiza un excelente trabajo como entrevistador, manteniendo en todo momento una actitud imparcial. Es la segunda vez a lo largo de los años que veo este encuentro entre asesino y entrevistador. En esta ocasión encuentro una nueva línea de interpretación. Fredrick Baer, quien ha cometido uno de los crímenes más atroces imaginables, se muestra arrepentido, no obstante, su táctica de autocompasión deja tan frío al espectador como el propio crimen. Baer ha estudiado el sumario y se ha aprendido las fechas de nacimiento de sus víctimas, sus nombres completos y ha asumido que inevitablemente ambas formarán parte de su vida hasta el final, del mismo modo que él participó de forma fatalmente decisiva en la de ellas. Es una forma macabra de establecer un vínculo emocional con las víctimas, como, en menor grado de violencia, el secuestrador establece, en su delirio malsano, un vínculo afectivo con la víctima del secuestro y la siente como suya.

Jesús de la Palma 

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