Panza de burro
La primera vez que vi Panza de burro, la novela, fue en un estante de novedades literarias que había en una de las bibliotecas públicas de la red de bibliotecas de Canarias. Me llamó la atención la portada. ¡Qué fuerza! Brutalismo quinqui. Esto, creo recordar, fue el año pasado, en 2023. El libro es de 2020. Finalmente me lo he comprado en 2024. El estilo libre y frenético de escritura al que se adhiere la autora, al principio me ha causado cierto recelo, pero yendo por la página cincuenta y ocho ya me he acostumbrado a leer güevo, güeno, barbi, güesos, cachoputa, shit, la bitch, agüela, o sinson como nombre de perro, por Simpson. Cuando llegado a esta cota de lectura ya me había hecho al estilo dinámico y desenfadado de vulgarismos y neologismos y canarismos, en el capítulo comerse a isora, comienzo a leer y no tardo en percatarme de que, además, está escrito de corrido, esto es, sin signos de puntuación y, por si fuera poco, sin mayúscula inicial ni para los nombres propios. El capítulo siguiente se titula, esta vez sí con mayúscula inicial: Voy aserte caricias ke no san inventao. Comienzo a leerlo sin poderme quitar de la cabeza el final del anterior, teniendo que volver a leer las últimas catorce o quince líneas, preguntándome a qué tipo de espectáculo literario estoy asistiendo; ya, quizá, no preguntándome si debo de seguir leyendo o no, sino dando por asumido que voy a terminar el libro, porque, y esto se lo he dicho a C. nada más verla: «Me ha hecho reír con algunos pasajes a carcajada limpia». También le he contado que las dos que hasta ahora son las protagonistas de la novela tienen un amigo mariquita que va a jugar con ellas con las barbis, pero que para salir de su casa saca un balón de fútbol para que no le regañen. C. ha dibujado con su rostro una muñeca de tristeza y me ha dicho que «cuánto sufren esas personas», y yo, del chascarrillo he pasado a la emoción, porque es verdad.
Jesús de la Palma
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