Mierda en lata, mierda para todos
La trayectoria comercial de “Mierda de artista”, de Piero Manzoni, es el paradigma de la diversidad, demuestra que hay gente para todo, y, principalmente, que si se deja volar la imaginación sin un lastre filosófico que nos mantenga a una altura razonable respecto al suelo, aquella puede perder la noción de realidad y vagar por los inescrutados caminos del delirio. En 2007, la Tate Modern londinense adquirió una de las latas de mierda de Manzoni por 30.000 dólares; ese mismo año, otra se subastó por 108.000, y en 2016 se vendió una por 300.000. La mierda forma una parte muy importante de la vida del ciudadano; mierda en el discurso político, periodístico; en el lúdico y el eclesiástico. Ayer mismo, en relación a este último, veía un vídeo en Youtube del padre Javier Luzón, sacerdote y antiguo profesor de antropología filosófica, titulado No soporto el intrusismo profesional entre psicólogos, psiquiatras y exorcistas. El padre Luzón refiere el caso reciente de una mujer que, tras cruzarse con un sacerdote, llegó a vomitar trece ranas vivas, pequeñitas; luego siete y luego tres. Hace alusión asimismo al caso de una persona que vomitó una masa de barro, tamaño calabacín, por la boca. Narra estos dos inverosímiles acontecimientos mientras arremete contra el psiquiatra invitado a la misma tertulia televisiva que él, donde se abordaba de forma analítica un asunto tan escabroso y polémico como el del exorcismo, por hablar de desdoblamiento de la personalidad. A mierda huele, además, y sobre todo, el discurso político, porque la misma mierda vomitan por la boca, zurullos del tamaño de un calabacín y pasta diarreica en igual cantidad a un plato de puré de la hortaliza de marras, los que prometen utopías como los que, sin complejos, garantizan un holocausto contra la clase trabajadora. En cuanto a esto último, véase Milei, quien ha alcanzado el poder asegurando que no hay alternativa al ajuste y, por lo tanto, prometiendo desempleo, precariedad, más pobres e indigentes. Mierda veía de igual modo no hace mucho en un careo en Youtube con más de dos millones de visitas entre Michael Franzese y Sammy “the bull (el toro)”, dos exmafiosos que se acusaban mutuamente de haber colaborado con la justicia, mientras competían por ver quien de los dos había pasado más años en prisión. «¿Qué hacer ante semejante avalancha de mierda?», me pregunto. «Nada», me respondo. Únicamente refugiarme en la lectura de textos que me sirvan de paraguas o de impermeable para no calarme de mierda hasta los huesos.
Jesús de la Palma
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