El dios salvaje

Dentro del supermercado hay un puesto de comida china con la cocina abierta. Lo regenta un asiático entrado en años. No habla español y se comunica con los clientes a través de una pantalla, donde se realizan los pedidos. Eliges y te imprime un resguardo; sigues con la compra, y cuando vuelves, lo tienes ya preparado sobre el mostrador. Ayer tardé en recoger mi arroz porque tuve que esperar más de la cuenta en la sección de charcutería. Cuando volví, el hombre me sonrió con cara de alivio y, atropelladamente, en un español primitivo, me dijo con expresión de alivio que pensaba que me había olvidado. Leí por la noche; un capítulo de El dios salvaje, un ensayo sobre el suicidio a través de la historia. Al Álvarez dedica el segundo capítulo a hacer un recorrido por la visión de este en la Antigüedad. Tras el capítulo dedicado a Silvia Plath, de un tacto exquisito, me sorprende con una erudición y una capacidad de síntesis fuera de lo común sobre el tema. 

Jesús de la Palma 



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