Dennis Wayne

Unas cuantas páginas de la obra de Durkheim. Poco más de cincuenta. En 1865, un veintitrés por ciento de los soldados de la Marina aún no sabían leer, y un veintisiete por ciento no sabían escribir. Más abajo señala que no cabe duda de que la tasa de suicidios es excepcionalmente baja entre las capas superiores de la sociedad. Relaciona asimismo la instrucción intelectual con el suicidio cuando asegura que en Prusia (años 1883-1899) el cuerpo de funcionarios públicos, que constituye una aristocracia intelectual, está por encima de todas las demás profesiones en cuanto a la tasa de suicidios. En Aljazeera en inglés (YouTube), el caso de Dennis Wayne, un preso estadounidense condenado por diversos atracos a mano armada, y sin delitos de sangre, a más de ochenta años de prisión, de los cuales ha pasado veintisiete en régimen de aislamiento, lo cual vulnera todos sus derechos como reo. Veintitrés horas al día en una celda de aislamiento sin posibilidad de contacto con familiares o amigos en el exterior. Naciones Unidas considera tortura este régimen de aislamiento por más de catorce días. Mientras veo el documental puedo sentir su dolor, empatizar con él; no es un monstruo, sino un tipo con mala suerte. Al llegar, la entrevistadora, que ha estudiado su caso y se compadece de él, pega su mano al cristal a modo de saludo. Al final de la entrevista él rompe a llorar al recordar el fallecimiento de su madre. Asombrosamente sigue cuerdo; su discurso es coherente y su tono de voz pausado. Aparentemente no han conseguido romperlo. Este tipo de casos son verdaderos prodigios de la naturaleza. Habla del suicidio, ha pensado en él, claro; narra además que ha habido ocasiones en que para conectar con la realidad ha tenido que morderse el brazo hasta sangrar para probarse que aún seguía vivo. ¿Su delito para recibir semejante castigo? Haberse fugado de la prisión y haber puesto en ridículo a las autoridades. 

Jesús de la Palma


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