Como un gato
Esta tarde tengo médico, para lo de la pierna. La pierna me ha estado fastidiando con el frío, no he podido dar un paso en días. Fui a urgencias la semana pasada y algo me pincharon que me mejoró.
A los gatos también les duelen las piernas, porque ellos también cumplen años, pero no andan por ahí todo el día quejándose: «Me duele la pierna, me duele la pierna…». Yo me he quejado bastante los días que me ha dolido más: «Estoy que no puedo dar un paso… No puedo dar un paso».
He leído en un par de ratos, entre anoche, antes de acostarme, y está mañana, antes de que amaneciera, la novela de Jon Fosse, Blancura, que más que una novela es un cuento largo que la editorial ha estirado hasta las ochenta y tantas páginas mediante los exagerados espacios entre renglones y la letra gorda. Es, si se quiere, un cuento largo, pero para estirar el chicle del Nobel la gente hace virguerias. Se encuentra, una vez dentro, un despliegue narrativo sobre una alfombra adornada con palabras redundantes para no dejar espacio al vacío, al horror vacui; puro relleno. No deja tiempo para pensar, no hay una frase, un párrafo que te deje clavado en la hoja; la prosa arrastra al lector hasta un final tenue, disperso; flojo, flojo; que lo deja tan frío, al menos ese ha sido mi caso, como el paisaje invernal donde se desarrolla la trama; una trama, además de vaga, impersonal.
Jesús de la Palma
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