Abelardo (minicuento)

Abelardo no sabe qué es el comunismo ni el liberalismo económico ni el colectivismo. Sabe que se tiene que levantar y trabajar. Levantarse de la cama ya es un trabajo en sí mismo. Sabe que tiene que luchar por la supervivencia. Las superestructuras socioeconómicas no las conoce. Piensa que el pobre debe rebelarse contra el rico que lo explota. Cree en la insurrección. No cree en la insurrección colectiva, cree en el anarquismo individualista. Cree que la vida no merece la pena y por eso cree en los mártires anónimos. Cree que la vida en sociedad es inviable para el pobre. «La historia lo viene  demostrando a lo largo de los siglos. Cualquier rico del siglo XXI preferiría la eutanasia antes que perder su fortuna y convertirse en un trabajador precario», argumenta en sus constantes soliloquios. En lo tocante a la realidad tangible, habita su pequeña parcela de bienestar, con sus infiernos circundantes, más o menos ardientes, pero hasta ahora, soportables. No ha venido al mundo para cambiarlo. En cualquier caso, podría haber sido un mártir sin fe. «Cada uno se las arregla como puede», asegura. Está convencido de que los que escriben libros teóricos sobre cómo cambiar el mundo suelen tener sueldos de funcionario y estar blindados ante cualquier posible contingencia.

Jesús de la Palma 

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