Vigilia
Vigilia. Me despierta una angustiosa sensación de caída. A punto de quedarme dormido de nuevo, se vuelve a esfumar el sueño. Me vuelvo a la parada, a esperar a que pase el próximo. La paciencia es clave universal. Divago. Hace unos días, en la cafetería, una mesa concurrida. El que supuse padre y abuelo, un señor mayor, quien fuera niño de la posguerra, a sus hijos y nietos: «El clima que se respira es similar al que había antes de la guerra, y me preocupa por vosotros, porque a mí, para lo que me queda...». Despotricaba contra el actual Gobierno, en especial contra el presidente. «¡Sánchez!», declamaba en tono acusatorio. «Cataluña», se lamentaba. Me lo imaginé en el sillón de su casa, frente al televisor, ensimismado con las tertulias televisivas más casposas y carpetovetónicas, o emponzoñándose con los grupos de guásap de marcada ideología conservadora y pensamiento unidireccional. Un niño pequeño con traje de viejo.
Jesús de la Palma
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