Una charla amena

Peluquería. Abro la puerta y lo encuentro sentado, jugando a ¿Candy Crush? «Buenas, ¿me puedes coger ahora?». «Claro que sí. Vamos a ello». El corte es clásico y a tijera. Ya nos conocemos. Sabe que voy y vengo. Vivo entre aquí y allí. Le pregunto que si afeita. Me responde que no. Tras un prudente silencio llega la explicación: «Hace más de treinta años que no afeito. Dejé de hacerlo porque la gente dejó de pedirlo a raíz de lo del sida». Hablamos de cine y de actores. Hace referencia a ese actor que era un galán y del que se descubrió su homosexualidad a raíz de la enfermedad. Ninguno somos capaces de recordar el nombre. Yo me acabo de acordar ahora mismo, mientras escribo: Rock Hudson. Todo viene porque me ha recordado, sonriendo, que hoy es el día de los Santos Inocentes. Yo he virado hacia Delibes y Mario Camus. He alabado la interpretación de Alfredo Landa y de ahí he ido a recalar en Imanol Arias. Después he mencionado a Scorsese, DiCaprio, De Niro y Pacino. Él no conocía Los asesinos de la Luna, pero ha acogido la noticia con interés: «La veré, tengo todas las plataformas». Es mayor que yo, entre diez y quince años, aun así nos entendemos lo suficientemente bien como para mantener una charla amena, de peluquería.

Jesús de la Palma 

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