Periplo odiséico

Lo más cerca que puedo estar ahora mismo de ser escritor es como me he visto está tarde, a saber, yendo a comprar dos sobres a una librería, uno pequeño y otro grande, para enviar un cuento a un concurso, donde se exige para su correcta recepción el sistema de plica, y a continuación, yendo a tomar un café y pidiéndole un bolígrafo al camarero, para escribir la dirección de envío en uno de los sobres, y en el otro, el título del cuento, junto a la categoría a la que me presento, que es internacional. Más tarde, frente al empleado de correos, preguntándole las diferencias entre carta certificada y urgente: ¿cuánto tarda en llegar?, ¿tiene seguimiento?, ¿es obligatorio el remitente? Como todo escritor que se precie de serlo, como yo lo he sido por apenas unas horas esta tarde, también he tenido que experimentar la cara más amarga de un oficio más esclavo que gratificante, pues al ir a escribir a mano en los diferentes sobres, y a causa de la falta de costumbre, me he equivocado, por lo que he tenido que volver a la librería, que no estaba cerca, a comprar los sobres de nuevo, y, de vuelta en Correos, esperar otra vez el turno que me ha dado la máquina. En fin, todo un periplo odiséico que me ha conducido a pensar en todo tipo de situaciones: lo mismo de ganador del concurso, que no pasando ni siquiera el primer filtro lector, pues sé, por la secretaria de la entidad organizadora, con la que hablé hace días, con motivo de una consulta de ámbito general, que todos los cuentos pasan un cribaje antes de llegar al Jurado de Selección, integrado por personas de reconocido prestigio.

Jesús de la Palma

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