Ojiplático

Recuerdo la primera vez que leí la palabra ojiplático. Fue a una escritora española. Desde entonces la he usado en alguna ocasión, no sin sentir cierta impostura en el ejercicio de su escritura. La siento como una palabra ajena, prestada. No obstante la sigo usando, quizá, o seguramente, por un vicio mal curado o una carencia manifiesta; en fin, por incompletitud. No soy y nunca seré ese escritor realizado que en ocasiones creo ser; como tampoco soy, en el plano vital, ese hombre realizado, entero, seguro, que en ocasiones creo ser. Cuando ayer hablaba de que la IA nunca podría escribir lo que yo escribo, era precisamente por mis imperfecciones, que me hacen único. No sé nada de la IA, pero quiero pensar que su perfección es lo que la hace trastabillarse a la hora de crear algo genuino. En cuanto a lo que escribí, también ayer, sobre Juan José Millás, se me olvidó anotar que luego recordé haber visto ya la entrevista; no sé si llegué a escribir algo sobre ello. No dije nada de su imponente biblioteca; austera, pero imponente. Me pareció un hombre franco, sencillo, con el que me gustaría mantener una charla amena, confortable, desinhibida. Se me vienen a la mente otros escritores españoles a los que también se les realizan entrevistas, pero que, por su altivez, solo me siento cómodo escuchándolos en la distancia. 

Jesús de la Palma 

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