Milana
El bebé chasquea la lengua y emite un sonido inarticulado que suena como «yiá». Me ha recordado al Azarías, cuando llama con aquella memorable onomatopeya, «quiá, quiá», a su milana bonita. Se lo digo a ella y lo imita: «Quiá, quía». Sonreímos. Pienso entonces que cuando crezca, en algún momento tendré que hablarle de Los santos inocentes, tanto de la novela como de la película. Serán tareas extraescolares, que espero que asuma con gusto, porque una persona que se enfrente al mundo sin herramientas historicofilosóficas es lo más parecido a un antílope despistado en la sabana africana.
Jesús de la Palma
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