Madame Marguerite

Madame Marguerite, la película, es un deleitoso despliegue de simbología, además de un excéntrico ir y venir de personajes con una pesada carga de debilidad e imperfección. Narra la vida de Florence Foster Jenkins, una falsa soprano que se hizo famosa por su completa falta de habilidad musical. El problema que plantea el diálogo al que nos enfrenta la cinta es de suma trascendentalidad, y por lo tanto, de una vigencia perpetua. ¿Es mejor ser feliz viviendo en la ignorancia, o por el contrario debemos conocer la verdad aun a riesgo de asumir sus terribles consecuencias? En lo que me concierne, me he aventurado a hacer preguntas de las que me he arrepentido con una agonía tan solo capaz de emitir un grito mudo, y he abierto puertas que han desatado auténticos cataclismos emocionales, los cuales me ha costado años reconstruir. Cada uno de nosotros fingimos querer saber la verdad, no obstante no hacemos sino adherirnos a aquellas voces en las que encontramos una mayor musicalidad. Queremos saber la verdad que está hecha para nosotros y no otra. Creemos querer saber la verdad, cuando lo que hacemos es buscar quien nos mienta de forma más sutil. Hasta que llega un momento donde, cansados y maltratados, que es el sino que consigo traen los años, renunciamos conscientemente a que nos digan la verdad, y asumimos sabiamente nuestra fragilidad innata, como debimos hacerlo desde el primer día. 

Jesús de la Palma

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