Lecturas
En el avión, el pasajero de delante, un señor mayor, jugaba al solitario en el teléfono. El hombre que se sentaba a mi lado, veía una película con Luis Tosar en el papel protagonista. En la hilera de enfrente, un joven leía, aunque no acerté a ver el qué. Yo he pasado el rato leyendo a Roberto Artl y he subrayado algunos pasajes con interés. Me gusta trabajar los libros. Un libro que no se preste a las anotaciones es como un páramo. El personaje principal de la novela expresa su odio, su desesperación y sus ganas de matarse con lucidez y brutal honestidad.
Nos han venido a recoger al aeropuerto, y en la bandeja del maletero estaba el nuevo libro de Ángel Martín, Detrás del ruido. He leído unas cuantas páginas. Utiliza expresiones como del rollo de, o todas esas mierdas; además, brinda consejos encabezados por el sintagma, aparentemente anodido, por si te sirve. Brinda consejos como el que se acerca con caramelos a la puerta de un colegio. A todo esto, no me ha sorprendido encontrar un emoticono giñando un ojo al final de una frase, que, no obstante, impreso en papel, deja algo así como una ligera sensación de desasosiego. Me he sentido tentado al perdón porque, en su momento, no me dejó mal sabor de boca Por si las voces vuelven, pero esta nueva entrega de lo que parece tener visos de saga me ha dejado la impresión de testimonio folletinesco con tintes moralizantes, de un testimonio escrito por alguien que no lee y dedicado a un tipo de lector esporádico que lee poco o casi nada y, cuando lo hace, elige las novedades editoriales más vendidas.
Escribo esto ya aterrizado, sobre el escritorio, donde descansan varios libros apilados en el siguiente orden: Spinoza, Aristóteles, Kant, Voltaire, Wittgenstein, Nietzsche, Platón.
Jesús de la Palma
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