La medalla
M. A. me agarra la medalla para metérsela en la boca. Le están saliendo los dientes y lo quiere morder todo. «No, no, no, la medalla no se come», le advierto con un tono entre infantil y musical. Esto me lleva a recordar a mi abuela, que lo mismo llamaba al dispositivo de teleasistencia medalla o botón. Lo pulsaba a veces para combatir la soledad, saludando al operario que había al otro lado del teléfono. M. A. se agarra a mi medalla, o a la ropa, cuando lo voy a dejar en la cuna. Puede que un día, ojalá que no demasiado lejano, la palabra consuelo sea la más consultada del diccionario y, por ende, la mejor comprendida y la más pronunciada. Una vez más las palabras de Stig Dagerman: «Nuestra necesidad de consuelo es insaciable».
Jesús de la Palma
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