Justo medio

En El espíritu de las leyes, Montesquieu retoma la concepción clásica de los tres tipos de gobierno, a saber, monarquía, república y despotismo. En el capítulo dedicado al poder de las penas, refiere que, «en nuestros días se hicieron frecuentísimas las deserciones». Para lo cual aduce la razón de que, habiéndose establecido la pena de muerte para los desertores, las deserciones continuaron en igual medida, puesto que un soldado que expone su vida diariamente, se acostumbra a despreciar la muerte y el peligro. Ahora bien, tras modificarse la pena por la de mutilación de nariz y orejas, cuya marca indeleble era motivo de infamia, decayeron drásticamente las deserciones. En el siguiente capítulo, titulado Ineficacia de las leyes japonesas, hace mención a su dureza, exponiendo varios ejemplos, de entre los que rescato uno que contraviene, como lo anteriormente mencionado, de manera frontal, las costumbres de nuestros días, y que radica en la práctica de la condena a muerte del hombre que aventura su dinero al juego. Si se sigue la lógica aristotélica de que es el justo medio la única digna de alabanza, encontramos que, en una sociedad en declive, como la occidental, donde se elogia a quien se mutila nariz y orejas, una práctica harto consolidada y en auge, en el mundo de la modificación corporal, amén de la desmedida proliferación de las casas de apuestas, tanto en su modalidad virtual, como en la física, a través de la presencia, cada vez más acusada de locales de apuestas deportivas, comprobamos que, bajo una falsa apariencia de progreso, subyace en realidad el espíritu barbárico de las prácticas arriba mencionadas.

Jesús de la Palma 

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