Escena de matrimonio

Roberto Arlt me arranca una carcajada con una escena tragicómica de matrimonio. Él la llama puerca y ella a él ladrón. ¡Qué difícil es hacer reír! Máxime con la escritura. Le muestro a C. el fragmento mientras me desternillo, pero no le hace gracia. Lo entiendo; hay que tomarlo en su contexto. Le pregunto si considera que soy gracioso, si en algún momento he sido gracioso. Me responde que «al principio, pero nada del otro mundo». Hay cierto halo de magnificencia en el humor que lo eleva sobre el prosaísmo propio de los caracteres más amargos. Ya es tarde para cambiar, y sobre todo no entra en mis planes; no obstante, hasta no hace mucho deseaba alcanzar ese desparpajo burlón y afiliado, característico de los que caminan por la vida con vitola de triunfadores. Sí me gustaría alcanzar a acertar, cuando escribo, con esas selectas pinceladas humorísticas, secas y sobrias, al estilo de la de Arlt, que intercalan con maestría miseria, amor, zafiedad y agudeza. 

Jesús de la Palma 

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