Cortesía varonil
De no haber sido quien soy, habría sido cura. Un cura estudioso y protestón, entregado a la vida de los demás. Para mí, lo estrictamente necesario para la vida, una vida siempre austera. El mayor escollo que le encuentro, no obstante, a mi única alternativa vital, es la cuestión de la carne. ¿Cómo habría podido resistir la tentación de tener cerca a una mujer a quien amar en mis años de juventud? La llamada de Cristo debe ser tan poderosa que infunda pasión por la aflicción causada por la llamada de la carne, la más violenta de las pasiones. Pensaba esto tras cruzarme ayer con dos mujeres de mediana edad, testigos de Jehová, que venían de vuelta, con el aparataje propagandístico a cuestas, tras haber pasado la mañana apostadas en una esquina, tratando de captar adeptos para su causa. Las cándidas expresiones de sus rostros, la dulce sonrisa que le dedicaron al bebé, el atuendo monjil; todo este conjunto, me las hizo aparecer como mujeres atractivas, no pudiendo sonreírles sino con cortesía varonil.
Jesús de la Palma
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