Argamasa narrativa

El telediario de La 1 aprovecha un viaje de la escritora Isabel Allende a Nueva York para entrevistarla. Sus ochenta y un años sorprenden, por lo bien llevados. Habla de un no poder dejar de escribir. Ya tiene su nueva novela lista; asegura haberla terminado justo antes de tomar el avión. No he leído a la autora, no suscita en mí demasiado interés; pero en sus palabras se adivina el oficio de quien vive, no ya de las palabras, sino a través de la palabra. Hasta hoy no conocía nada de su vida personal; fue sobrina de Salvador Allende. 

La importancia de la cuna es trascendental para cualquiera que quiera dedicarse a la tarea de escribir. 

Cada vez que escucho que alguien pasa de los ochenta, me acuerdo de mi padre, que se quedó a las puertas de cumplir ese anhelo numerario. 

A Raphael le dedicó también el telediario de La 1 una entrevista ayer mismo. Lucía unos ochenta años espléndidos, rebosantes de vitalidad. 

Dedicarse a lo que uno le gusta, con lo que uno disfruta haciendo, brinda años de vida. 

Yo no escribo para vivir más, sino para vivir mejor; emocionalmente mejor, y como cuerpo y mente son inseparables, en ocasiones he llegado a pensar que por cada párrafo escrito gano unos minutos más de vida. Al menos sí las ganas de vivir, que no es poco. 

Estos días ando enredado en la redacción de un cuento; tengo varias partes sueltas escritas, solo falta la argamasa narrativa que las una. 

Jesús de la Palma 

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