Sobre motes y apelativos

Lo llamo mi tesorito desde hace unos días. Tesorito lindo y mi tesorito precioso. A las personas y animales que quiero y he querido a lo largo de mi vida los he llamado y los llamo con apelativos cariñosos. La primera vez que lo hice fue con mi abuela materna. Era yo muy chico y me inventé un prefijo de la nada: surca. De modo que surcabuela esto, surcabuela lo otro. A unos gatitos que tuvimos cuando vivimos en Gran Canaria, Muy mal. Muy mal, para arriba, muy mal, para abajo, y venían todos corriendo. A mí me pusieron un mote unos niños del colegio, que tenían muy mala leche, y por llevar un día una sudadera con tres rayas blancas horizontales sobre un fondo azul, me comenzaron a llamar esqueleto. Tendría unos siete años. Había dos hermanos que eran muy resabiados, y a otro niño, que por el flequillo lo llamaban sartén, y a mí, nos pusieron a pelear. A mí me dijeron que aquel me había llamado esqueleto a mis espaldas, y a aquel le fueron con el mismo cuento de mí, pero con sartén. De modo que saltamos la verja de la Iglesia de Santa Ana, en Plaza Nueva, porque el colegio estaba al lado, y le puse un ojo morado a Miguel, que era Migue. Y por la tarde fueron sus padres a mi casa a quejarse a los míos. Desde entonces nunca he entendido, ni tampoco lo hacía entonces, que se le pusieran motes con sorna a la gente. 

Jesús de la Palma 


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