Noche de las Ánimas

Me ha pasado lo que a Gustavo Adolfo Bécquer en la víspera del día de Todos los Santos. A él, tal y como narra en “El Monte de las Ánimas, lo despertó «a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice». Y así mismo hago yo, que escribo de madrugada porque un mosquito o mosquilla me ha zumbado en el oído de madrugada y me han venido a visitar los fantasmas del presente, pasado y futuro, que vienen vestidos no con sábanas ni cadenas, ni tampoco emiten los alaridos propios de los condenados que se dedican a perturbar la conciencia de los vivos. No. Los míos son fantasmas de este tiempo, sofisticados, con móviles y ropa de las grandes franquicias y que tienen acceso a las plataformas de programación televisiva a demanda. Fantasmas capitalistas con problemas propios del monstruoso sistema capitalista. Me levanto y me preparo una tila. Mañana no iré al cementerio, como iba en otro tiempo, cuando se llevaba y me llevaban. No iré porque estoy lejos y porque una jornada que era de reflexión se ha convertido en una de consumo. No iré porque, aunque no en cuerpo, estoy en espíritu con mis seres queridos, que abandonaron la materia y transmutaron a entelequia. Me he levantado y me he preparado una tila, que me tomo mientras escribo esto, por pasar el rato, para alejarme dulce y paulatinamente de las ánimas que me aguijonean la imaginación, y poder sumergirme así de nuevo en el dulce y reconfortante sueño de los vivos. 

Jesús de la Palma 

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