La voz de su amo

Echo la vista atrás. ¿Cuándo comenzó todo? Me remonto a los cinco años. A partir de ahí no encuentro solución. Nada podría cambiarse por mucho que pudiera revertir el tiempo. Todo está como está porque así tuvo que suceder. Soy el mismo desde el parvulario. El aislamiento como seña de identidad. La soledad elegida con contadas excepciones. Un círculo extremadamente estrecho. Hubo apertura al mundo, sí; que fue a parar no obstante en más cerrojos de los que ya había en un principio. La solución estaba ahí, era tan sencilla como plantarse; aceptar que no había solución. Pero nunca fui capaz de ver a primera vista lo transparente, que es mafiniesto; lo que no miente. Siempre fui un paria encadenado que perseguía sombras de realidad. Me pregunto qué sería de nosotros si conociéramos mejor la historia; las dos historias: la del pensamiento y la del curso de los acontecimientos. Me niego a vivir la vida como una bola de nieve que rueda por la pendiente en caída libre, a la vez que engorda y engorda..., para finalmente estallar sin haber cumplido más propósito que el de dejarse guiar por las opiniones tendenciosas de unos y otros. Necesito prestar oído a la historia y a la filosofía si quiero sentirme vivo; leer a quienes gozan del favor de la razón y la verdad, que es escucharlos y conversar con ellos, para así evitar vivir una vida que no sería la mía, y malgastarla entonces emitiendo juicios apresurados de todo y de todos, como un triste fantoche que hablara por voz de su amo. 

Jesús de la Palma 

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