La novela

Escribo el diario con la espontánea naturalidad del que se dedica a una tarea cotidiana. Abro la página del procesador de textos o Facebook o el blog y fluyen las palabras como un fresco riachuelo de montaña. Esto sucede porque no invento, sino que, cambiando como mucho un nombre o una silla o mesa de lugar, narro lo acontecido y apenas dejo espacio para la imaginación. 

Sin embargo, ponerme a arar en campo abierto se me antoja una tarea insufrible. 

Llevo tiempo con la novela en mente, pero la miro como se mira el objeto de deseo que se sabe inalcanzable.

Esta tarde he ido a descargar en el teléfono la aplicación de Word y finalmente he ido a dar con el procesador de textos de Google, y cuál no ha sido mi sorpresa: ya lo tenía y no me acordaba, y no solo eso, sino que había, además, documentos escritos, y entre ellos, el comienzo de la novela, escrito hace ya algún tiempo, y el cual no me ha decepcionado, como cabe esperar con mucho de lo escrito pasado el tiempo.

Solo había algo más de setecientas palabras, lo que viene a ser un folio por una cara, que para estar escrito en el teléfono, es de remarcar. 

No la novela, desde luego, pero sí he pensado en escribir un cuento para un concurso que vi hace unos días y que piden que el contenido ocupe de cinco a quince páginas; así que en ello estoy, tratando de aprovechar el principio frustrado de la novela para un proyecto más asequible para mí, que si soy es diarista. 

También me he encontrado con otro documento curioso: el contenido de un correo electrónico que envíe a la productora de Jesús Quintero para que me entrevistara. Tenía por ese entonces treinta y cuatro años y ya estaba muy vivido, aun así, más verde que ahora, más de una década después. Qué misterio es el paso del tiempo, que no sabemos qué nos deparará. Quintero falleció el año pasado. 

Jesús de la Palma 

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