El dolor de lo cotidiano

En el telediario de medio día, la noticia de unos inmigrantes que trabajaban como jornaleros en el campo en condiciones de esclavitud. Dejan esta información para el tramo final, tras haber tratado con profusión y detalle los horrores de la guerra. Entremedias, el ataque a Vidal-Quadras, que inevitable y trágicamente recuerda a los sanguinarios años ochenta y noventa de sangre y plomo. 

Ante este tipo de acontecimientos siempre tengo presente la idea de Susan Sontag. Me siento a contemplar “el dolor de los demás” como telespectador. 

También como espectador unas páginas de las “Vidas paralelas” de Plutarco, quien describe con detalle las batallas de griegos y romanos. No importa el grado de detalle con el que lea las vejaciones a las ciudades conquistadas por Alejandro de Feras, ni la pormenorización de su crueldad en los asesinatos cometidos, soy un mero lectoespectador. 

J. D. Salinger se aisló del mundo después de experimentar los horrores de la guerra. ¿Con quién podría compartir su experiencia? Películas como The Deer Hunter (El cazador) y Taxi driver son claves para entender que los que nunca hemos vivido una guerra tenemos la mirada del telespectador. 

Sí puedo mirar de tú a tú, no obstante, el dolor de lo cotidiano; las tribulaciones de Cioran en sus “Cuadernos”, el “pesimismo alegre” de Henri Roorda, las atormentadas confesiones de Cheever en sus “Diarios”. 

Jesús de la Palma 

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