Un año antiguo

Leo 2023 y, aun estando dentro, me parece ya un año antiguo. Lo he leído antes en el prospecto de una medicina que tengo en el cajón y que caduca en noviembre de este mismo año. También, de camino a la casa, el cartel de un concierto, a finales octubre; en unos días.

La fecha más cercana que se le asemeja y que recuerdo es 1993. En 1983 era muy chico todavía. 

Si algo me congratula es el paso del tiempo. Nunca he querido vivir para siempre, ni siquiera en los momentos de más intensa felicidad. No soy pesimista; basta un simple dolor de muelas para replantearse muchas cosas.

Bryan Johnson es un empresario de éxito, más conocido por su Proyecto Blueprint, con el que asegura haber conseguido una notable reducción del ritmo de envejecimiento. Para ello, aconseja consumir su propia marca de aceite, el cual, según él mismo publicita en su página de Internet, «puede proteger potencialmente contra diversos cánceres, enfermedades cardiovasculares, diabetes y afecciones neurodegenerativas al reducir el LDL oxidado». 

Johnson es la pieza más mediática del movimiento “antienvejecimiento”, que recorre el mundo como una plaga silenciosa, pero devastadora. Sin embargo, este afán por cumplir años, cuantos más, mejor, viene de antiguo. Ya Eurípides, en su tragedia “Alcestis”, dibuja a un Admeto, rey de Feras que, acorralado por la muerte, busca quien lo sustituya; primero se lo propone a sus padres, que se niegan a morir para que él siga viviendo, pues sienten que les queda mucho por vivir, hasta que su esposa Alcestis se ofrece a ocupar su lugar y descender al Tártaro. 

Jesús de la Palma 

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