Los restos del naufragio



Ricos y pobres, opulencia y esclavitud, hambre y guerra, y estupidez. Estupidez a raudales. Que la rueda siga girando. Ya está todo dicho y aun así todo sigue igual. Me siento algo cansado y decepcionado. Mi desafío ahora es sereno, meditado. Que la rueda siga girando. ¡Qué más da! Todo sigue igual.

Me ha aprovechado bastante el artículo de hoy de De Prada, el cual versa sobre el «lúcido ensayo de Diego Fusaro, “El nuevo orden erótico (Ed. El Viejo Topo)”», y que concluye con el versículo decimoquinto del capítulo tercero del Génesis, a saber: «Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar».

Gana el “Madrid” al Barça: dos a uno en el último minuto. Me entero por Facebook. No importa cuánto quiera aislarme del ruido exterior. «¿Ves? —me digo—, la rueda sigue girando».

La tele del comedor suena de fondo: el cacareo de una tertulia donde se debate de forma cínica e inútil el horario de la jornada laboral y la alarmante tasa de desempleo entre los jóvenes. Se me coge un nudo en el estómago. Más ruido.

Ricos y pobres: los ricos son las mismas Harpías que le robaban la comida de las manos a Fineo antes de que este pudiera comerla, solo que en la versión actual se la roban a una población cada vez más empobrecida. La rueda sigue girando. 

En el camino de vuelta, en el coche, le dirijo a ella una pregunta retórica: «¿Tú crees que la gente está dispuesta a plantarse?». Todo sigue igual. 

Me queda la poesía. Esto mismo que escribo es poesía, una poesía triste de un camino con un largo trecho ya recorrido. 

Me gusta lo que dice David Foster Wallace en una intervención pública, en Italia, en 2006, dos años antes de suicidarse. Me habría gustado estar allí para escucharlo, como me habría gustado escuchar un concierto de Prince en vivo. 

Prince era poesía viva. 

En cuanto a Wallace, se pronuncia poéticamente sobre el lenguaje de las imágenes, que cambia radicalmente nuestra percepción de lo que vivimos, y muestra el ejemplo de sus abuelos cuando se besaron por primera vez, asegurando que habrían visto a lo sumo unos cien besos en toda su vida; a continuación se refiere a sus padres, lo cuales, ya con Hollywood en el escenario, cuando se besaron por primera vez presupone que habrían visto seguramente miles de besos; por último se toma a él mismo como ejemplo para hablar de cuántos besos pudo haber visto antes de su primer beso, y concluye que seguramente fueran decenas de miles. Su pensamiento cuando se besó con alguien por primera vez fue: «¿Lo estaré haciendo bien?». Con esto, Wallace termina haciendo poesía con los restos de un naufragio.

Jesús de la Palma 






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