La imagen elegida

He aprendido a no hacerme eco de noticias escandalosas. Ahora, en todo caso, menciono este tipo de acontecimientos de pasada, soslayadamente, diarísticamente. 

A medio día veía las noticias del conflicto armado que ahora causa más revuelo; el otro, que abrió los telediarios durante un buen tiempo y después paso a ser comentado como coletilla informativa, se ha esfumado del debate público, y eso que sigue tan activo como el primer día. 

Me acordaba del ensayo de Susan Sontag. Lo que se nos muestra es «la imagen que eligió alguien», advierte. 

Conforme pasan los años, me muestro más sereno; no voy a entrar en el juego sucio de los medios de comunicación, dispuestos a generar alarma y escándalo. Son como un local de apuestas, que te invita a entrar con toda su parafernalia luciferina disfrazada de diversión.

Me estoy haciendo al mundo, lamentablemente. Estoy aprendiendo a mentir desinteresadamente, con la inercia del que ha aprendido las reglas de un juego que detesta, pero al que tiene que jugar a la fuerza. Del mismo modo que dos presos juegan a las damas en el patio de una cárcel para echar la mañana, así miento yo para pasar inadvertido.

Hoy mismo, en la clínica de fisioterapia, he mentido. Preguntas casuales, de cortesía, si se quiere, para romper el hielo, ante las que me he mostrado esquivo. En lo que he dicho la verdad, me he arrepentido. ¿Cómo se puede vivir pensado lo contrario de lo que se dice? No es fácil, al menos para mí, por eso soy un hombre principalmente solitario, porque no disfruto mintiendo.

Recuerdo un cumpleaños, el de los trece o los catorce. Fui noblemente sincero con mis compañeros de colegio. Transparente. No recuerdo su reacción, pero sí lo que dije, y cuando esto es así, es porque no me entendieron. Después persistí en mi error durante largos años.

Quien diga que no miente, miente. A mí, que no me considero un mentiroso porque no miento por vicio, sino por una mera cuestión de supervivencia, la mentira me ha salvado la vida.

Pero yo he venido hoy aquí, a este papelito en blanco, principalmente a escribir mi diario; a decir que ha sido un día feliz.

No me ha dolido nada y he salido a merendar con mi preciosa familia. Nos hemos tomado un pastel y un trozo de bizcocho, y yo un café con leche sin azúcar y ella un botellín de agua. 

Antes de la merienda, de camino a la clínica, he pasado por la estatua de Unamuno, y le he hecho una foto a la placa conmemorativa que hay en la fachada de la que fue su casa, y también le he hecho una foto a la ventana, que es verde y de madera y tiene un rombo, un trébol y una pica. Como iba temprano, me he sentado en un banco que hay cerca y he leído unas pocas páginas.

Jesús de la Palma 

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