Docta ignorancia
Llevo años buscándole un hueco en mi itinerario lector a “La broma infinita”, por lo que espero que llegue pronto. No recuerdo que nadie me hablara de la trama de novela, y no estoy seguro, pero me inclino a pensar que la conocí porque siempre he querido saber en qué pensaban los suicidados por la sociedad; no creo que exista el suicida exclusivamente vocacional. Hay una entrevista de su autor, David Foster Wallace, en la que este se muestra inseguro frente a sus respuestas; en un ejercicio de docta ignorancia lacaniana, llega a pedirle a la entrevistadora que dé su opinión al respecto de lo que se le pregunta, pues así él se sentirá más cómodo, pensando que aquello es un diálogo, más que un cuestionario. Esa inseguridad frente a lo universal, que ante todo denota un profundo conocimiento de lo particular, más propio del sabio que del ignorante, me ha resultado atractiva y conmovedora. A su vez, no he podido evitar pensar, durante el transcurso del visionado, en la causa de su muerte; la buscaba en sus ojos. En un momento de la entrevista, reconoce que comenzó “La broma infinita” porque algunos conocidos suyos, no amigos cercanos, se habían suicidado.
Jesús de la Palma
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