Desayuno
Es el segundo día que desayuno con la taza que me regaló para el cumpleaños, con la foto en la que aparezco junto a mi padre a pie de orilla. En la parte de atrás, algo que escribí no hace mucho sobre el mar. Ella toma café solo y una tostada con tomate y jamón. La mía es de paté de pimienta, y el café, con leche. No importa si invierno o verano, el café me gusta caliente, y hoy me he levantado a mitad porque se había templado. Desayunamos siempre uno enfrente del otro, y el bebé, en su carrito, mirándonos a uno de los dos; dependiendo del día. Hoy me mira a mí, hasta que se empieza a quejar y lo pongo mirando hacia ella. El mantel es de una tela impermeabilizada, con un estampado floral. Si alguien entrará estando la casa vacía sabría que aquí vive una mujer. Mi plato ha quedado con el cuchillo pringado de paté y una servilleta de papel arrugada dentro; está lleno de migas de pan. Mi taza ya está vacía, con un ligero poso oscuro. Aquí, un vaso de agua y un servilletero, y allí, una caja de paracetamol y otra de vitaminas; un salero y una aceitera; más allá, su taza, que es blanca; otro vaso de agua y un plato pequeño con varias rodajas de tomate y un paquete de jamón serrano y otro de queso. Su plato también ha quedado con migas de pan y ningún cubierto dentro, y en un lateral, las hebras de tocino, que no le gustan. Le he hablado del interés que me ha suscitado de pronto la meditación y de la biopic sobre la vida de J. D. Salinger, quien se aisló del mundo exterior de forma drástica. Ella me ha contado que la hija de un compañero de trabajo,de doce años, echando una carrera de bicicletas con su hermano pequeño, de cuatro, se ha caído con el lamentable resultado de una fractura de tibia y peroné. Hemos comentado las altas temperaturas, inusuales para esta época del año, y yo le he mostrado el despertar al aire libre de un peregrino que cuenta con un perfil de Instagram donde narra cada una de las peripecias y artimañas de su viaje.
Jesús de la Palma
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