Cementerio de San José

Hay una foto mía junto a mi abuela materna en la puerta del cementerio de San José para el Día de Todos los Santos. No importa el tiempo que lleve sin sacarla del cajón, la tengo grabada en la retina. Tendría yo unos cinco o seis años. Llevo unos zapatos negros de la marca Gorila, un pantalón marrón de pana ligeramente acampanado, un jersey de pico color burdeos y con motitas, y una camisa con el cuello de pico alargado, característico de los años setenta. Se puede sentir el frío solo con mirarla. Yo aparezco encogido, con una mano en el bolsillo y la otra cogida a la de mi abuela, que va toda vestida de negro. Supongo que la haría mi padre. No recuerdo nada de aquel día. Es un día triste y gris. Pensaba en la fotografía mientras paseaba con el bebé por el centro comercial y observaba todos esos escaparates disfrazados con motivos de Jálogüin. Se respiraba un ambiente festivo. Qué diferente de la mía será su infancia. Como cuando mi padre me compraba juguetes y hasta una maquinita de juegos electrónicos de bolsillo, que era de lo más moderno, y me decía con aires de victoria que él se divertía de lo lindo con un palo y un aro que el mismo se había fabricado. 

Jesús de la Palma 

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