Arcoíris
La aplicación de fotos me recuerda un arcoíris como nunca antes lo había visto, fue en la isla de La Palma, en 2021. Concretamente me muestra un vídeo que grabé desde el coche, mientras ella conducía. Se escucha la radio de fondo, un programa deportivo; retransmiten un partido de fútbol. Escuchar los partidos y los debates postreros me relaja, es como pasar a vivir en un limbo donde los problemas quedan atrás. Por esto mismo el universo futbolístico de los espectadores es peligroso; similar a una droga, por la que los adictos harían cualquier cosa por conseguir su dosis, sin importarles lo más mínimo que en el mundo de afuera suenen las trompetas del apocalipsis.
Ayer mismo veía el vídeo de un hincha argentino (podría haber sido chileno, italiano, español, inglés o alemán), un señor mayor que mostraba ante la cámara, visiblemente alterado, la cicatriz de una operación de corazón tras sufrir un infarto mientras veía un partido. Entre lágrimas, aseguró que por su equipo haría lo que fuese, y que por supuesto la pasión por este estaba por encima de su propia esposa.
Tengo a M. A. dormido encima de mí mientras escribo y me preocupa la deriva de los acontecimientos.
Se ha declarado el inicio de otro conflicto armado. Todos los medios de comunicación hablan de ello. Por la noche, le dije a ella que ahora solo cabe estar a la espectativa para ver cómo nos graban el coste de esta guerra en forma de impuestos o inflación, como ya sucedió con el conflicto ruso-ucraniano.
Otra cosa que también comentamos durante la cena, y que aunque parezca baladí, no lo es, fue la teleserie que protagoniza el matrimonio Beckham. Se lo quise adelantar, pero ella ya lo había visto por su parte, lo que me llevó a pensar que el poder de transmisión del mensaje queda reservado, como en todas las épocas, para quienes tienen la capacidad económica de transmitirlo, por lo tanto, la opinión pública siempre está secuestrada, y no solo eso, sino que además padece el síndrome de Estocolmo.
Jesús de la Palma
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