Trato amable, trato humano

La doctora ha sido encantadora. Es joven. Me ha solicitado una analítica y me ha dicho que, aunque soy joven, va a incluir unos parámetros que miden algo relacionado con la próstata. 

Cuando se llega a mi edad, que alguien notablemente más joven te tilde de joven es motivo de regocijo. 

El trato ha sido correcto, amable y paciente por su parte; el que cabe esperar de un profesional de la medicina que ejerce su labor dentro de un marco laboral amparado por un Estado de Bienestar.

¡Qué importancia tiene el trato que nos damos los unos a los otros! Es verdad que hay momentos en los que nos cuesta ser amables, pero si no lo somos por cortesía, deberíamos serlo al menos por educación. Esto lo experimentamos todos de forma directa o indirecta en las redes sociales. 

Ayer mismo lo hablaba con ella. 

Le decía que creo que el contenido que genero en las redes sociales, en la medida en que puede interesar a un grupo de personas muy reducido, ahuyenta a cuervos, buitres, alimañas y todo tipo de carroñeros. 

Le contaba el caso de un hombre que padece una enfermedad mental y gestiona un perfil de Instagram donde narra videográficamente aspectos íntimos de su vida; a tal punto que hace como un mes que lleva dándole pábulo a una agresión de la que ha sido víctima; él la cataloga como de intento de asesinato, y según las lesiones que muestra, opino que no es para menos. Según él mismo, su psiquiatra le ha recomendado que relaje la exposición en las redes sociales, debido a la oleada de insultos, ofensas y escarnio público al que es sometido en la bandeja de comentarios. 

Aparentemente es tal y como él mismo se presenta, una víctima; pero el mundo virtual, como el de afuera, está repleto de depredadores. Lo que más me afectó fue el hecho de que expusiera a sus hijos ante la implacable mirada pública. «Esa gente que comenta con odio es la gente que trato de espantar con mi contenido», le decía a ella.

Jesús de la Palma 

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