Serpientes de agua
Detrás de la puerta cuelgan un pantalón corto mío; aún hace calor; un pantalón corto vaquero de ella; también de ella un pantalón estampado de flores y una camiseta rosa y una verde. En medio de todo eso, una camiseta negra mía, que me regalaron hace dos años para mi cumpleaños.
Me gusta escribir como si dibujara. No sé mucho de Historia del Arte, pero si hubiera que establecer una analogía con mi escritura respecto de la pintura, me definiría más como un realista que como un expresionista, si acaso velazquiano: me gusta que dibuje a los enanos sentados, en un gesto de humanidad.
El armario sobresale y es de dos espacios, con sus respectivos altillos; es de madera y hay junto a él un cestito de bambú para la ropita sucia del bebé, que se acaba de tomar el biberón y ha echado un poquito de leche mientras juega con “pollito”, su peluche preferido.
Yo estaba tratando de leer un poco, pero ella me ha dicho que salgamos a dar un paseo, de modo que he dejado el libro en la mesita y mientras se viste y se peina me he decidido a hacer un dibujo de lo que tengo delante, como el que coge un pincel, pero con el teclado y el abecedario.
Al lado del libro, en la mesita de noche, descansa el biberón vacío y una lamparita con forma de gatito que ilumina con diferentes colores y que cuando estamos a oscuras es capaz de hipnotizar al bebé.
Justo delante de la mesita está la cuna-parque, que es azul, con ilustraciones de olas y un oso panda que es un pirata con un loro apoyado en su hombro.
En la cama hay tres almohadas, porque yo uso dos. Una me la pongo encima, para mitigar la luz o el ruido. Para dormir a veces pienso que estoy muerto. Me tranquiliza. ¿Qué haríamos los humanos sin la seguridad de la muerte?
Encima del cabecero hay una reproducción de las “Serpientes de agua” de Gustav Klimt. A ella siempre le ha fascinado. Vimos una exposición en Málaga; también otra de Mark Ryden. En la casa de mis padres había un Cristo crucificado en cada uno de los dormitorios, encima de nuestras cabezas. Los dormitorios del siglo pasado eran cristianos, hoy son de Ikea.
La cómoda está presidida por un espejo, y encima de esta hay un peine para el bebé y orquillas y adornos de ella para el pelo.
Jesús de la Palma
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