Ser feliz

Quizá sean más, pero para el caso me sirve la expresión de que algo se puede contar con los dedos de una mano, porque, ahora que lo pienso, puedo decir que los domingos por la tarde de los que guardo un recuerdo feliz pueden contarse con los dedos de una mano. 

Ya he escrito antes sobre la melancolía propia de estos atardeceres tan particulares, tan parecidos a una pequeña muerte. 

Nadie puede jactarse de su felicidad sin ser profundamente odiado o si antes no ha pagado el peaje de la infelicidad. Cuando alguien se alegra de que otro sea feliz suele decir que «se lo merece». Se lo merece por todo el padecimiento anterior. A ojos de los demás alguien se merece ser feliz si antes ha pasado por un infierno. De otra manera ,se suscita odio y envidia; como es natural, por otra parte, para algo somos humanos, y no dioses. Nadie soporta a otro al que siempre le haya ido bien y se vanaglorie por ello.

Es por esto, por haber pagado el peaje de un sinfín de domingos sumido en el más profundo aletargamiento anímico que produce la grisura de los domingos por la tarde, por lo que me siento autorizado a expresar abiertamente mi felicidad de esta jornada vespertina dominical.

Nadie se va a escandalizar porque un anónimo como yo haya experimentado la sensación de felicidad en su forma más modesta; pero si a la narración le sucede una reflexión, no hay por qué desdeñarla. 

Ser feliz a mi edad no es más fácil que a ninguna otra, cada edad tiene sus peculiaridades y necesidades propias. En todos los rangos etarios han de darse las circunstancias oportunas, que muy rara vez se consiguen; por eso es más común escuchar a la gente decir que es feliz que verla feliz. Yo mismo, de joven, respiré hondo durante unas vacaciones y me dije, tratando de convencerme, que era feliz, cuando en realidad estaba pasando por un mal trago. 

En esta tarde de domingo soy feliz por nada en particular y por todo en general. Principalmente por sentir que hay un camino recorrido a mi espalda; más de media vida. Tiempo en el que he podido comprender algunas cosas y darme por vencido en otras tantas.

A ser feliz también se aprende.

Jesús de la Palma 


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