La cafetería jazzística

Una universidad da el curso por inaugurado, emiten las imágenes en el telediario regional. El decano viste el solemne atuendo tradicional, compuesto por toga, muceta, puñetas y birrete. Lo acompaña un alto cargo político, también uniformado. El mundo institucional habría que demolerlo y reconstruirlo, no sé si empezando por las universidades, pero sin duda incluyéndolas. Más tarde he salido a tomar café, a la “cafetería jazzística”, donde hablé con mi padre por teléfono una de las últimas veces. Ya no ponen la galleta que acompaña al café. Pido un café muy corto, con leche y sin espuma. Cojo la revista XL Semanal, allí escriben Reverte, De Prada e Isabel Coixet. Los tres tienen la columna asegurada. El primero escribe sobre que lee la revista ¡Hola! desde hace la tira de años y se queja de que en ninguna de las mansiones que muestran aparece una biblioteca; el artículo de Coixet es el único interesante, escribe sobre los matrimonios forzosos en Afganistán y la drástica decisión de muchas niñas—jovenes que optan por el suicidio; De Prada sale del paso defendiendo a los articulistas, arguyendo que de ningún modo se dedican a un género menor, como comúnmente se piensa; lo suyo de esta semana ha sido algo así como lamerse el capullo en público, y, cómo no, no pasa sin mentar a su amado (ya comienzo a sospechar si patológicamente o no) Chesterton. Al llegar a la casa, unas cuantas páginas de Aristóteles, quien escribe en el “Protréptico” que si hemos nacido es para saber y aprender algo, en fin, para ser sabios.

Jesús de la Palma 

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