En ocasiones me gusta la vida

En ocasiones me gusta la vida. Más que gustarme, hago por que me guste. Me esfuerzo todo lo que está en mi mano para hacerla soportable. Hasta quiero creer en Dios. Yo no entiendo a esas personas enamoradas de la vida. Para mí la vida es un trabajo, y trabajar cansa. Lo que sucede con el buen talante es que es un negocio de lo más rentable. No hay más que entrar a cualquier superficie comercial, allí todo son palabras amables y música alegre para sugestionar al cliente para que se rasque el bolsillo. Con la explotación laboral, que no es ni más ni menos que otra forma de esclavitud, sucede lo mismo: es una carrera de ratas hacia el precipicio. Los multimillonarios grupos de influencia asedian a la población con todo tipo de mensajes en favor del esfuerzo y el sacrificio, y así sucede que la gente termina peleándose por ver quien se jode la vida echando más horas. La sociedad es un tugurio oscuro donde en España mueren cuatro veces más personas por suicidio que al volante, sin embargo, nadie habla de ello y, en contraposición, las campañas de concienciación para los conductores están siempre a la orden del día. En esas ocasiones en que me gusta la vida hago cosas de las que luego me arrepiento. Como una vez que me presenté en las oficinas de una radio en Granada y convencí al personal para que me dieran una oportunidad. No estaba buscando trabajo porque no estaba cualificado, solo quería expresarme. Me dieron la oportunidad y la desperdicié. Con lo que a mí me gusta hablar. Fui allí y no lo hice bien, estaba muy verde, lo reconozco. Transcurridos los años me he pulido en todos los aspectos y aún guardo ese prurito comunicativo, por lo que cada día que pasó por la puerta de unas oficinas de radio que hay cerca de donde vivo me dan ganas de entrar y presentarles un proyecto; pero luego pienso en todo lo que se me pasa por la cabeza y desisto. ¿Qué radioyente va a querer escuchar a quien solo tiene ganas de cagarse en todo en general? Los radioyentes quieren entretenimiento o culpables, y yo no tengo ni lo uno ni lo otro; en cuanto a lo primero, porque estoy a disgusto con el funcionamiento de las cosas, y en cuanto a lo segundo, porque si no soy ni siquiera capaz de creer en Dios, cómo voy a creer en los hombres y defender a unos y a atacar a otros? Así que se me pasa y me quedo como estoy, gustándome la vida a ratos. 

Jesús de la Palma 

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