El peine de papá
Esta tarde he ido a peinarme y me he acordado de mi padre. Uso el peine que pusieron en el cuarto de baño del hospital cuando falleció. Es un peine de plástico que no vale nada excepto por el valor sentimental. Mi padre pertenecía al Régimen de Clases Pasivas del Estado y terminó sus días en un hospital privado. No sé si la Seguridad Social pone peines para los familiares de los pacientes hospitalizados. El valor de las cosas es una cuestión a reivindicar en la era de las no-cosas, donde todo tiende a acumularse en unas pocas manos. Vivimos en la era del alquiler y la digitalización. Yo mismo he armado una colección digital de libros comprados al Goliat de la venta en línea con cerca de trescientos libros; un Titanic en un océano helado. Nunca podré mostrarle a nadie mi biblioteca porque es una biblioteca fantasma. De este modo el peine de mi padre adquiere un valor casi mitológico. Podría hasta escribir una novela con él como único protagonista: «La primera púa le dijo a la segunda que la tercera quería asesinar a la cuarta porque la quinta estaba aliada con ella y con la sexta y esta última a su vez era enemiga de la cuarta, pero todo el plan se vino abajo cuando la séptima lo escuchó todo y se lo contó a la octava, que, a su vez, era aliada de la tercera...». Así comenzaría la novela en nombre del peine que guarda el espíritu de mi padre, y buscaría quien me lo publicara y guardaría un ejemplar junto a los demás libros que tengo de papel y me declararía en rebeldía contra el mundo de las no-cosas.
Jesús de la Palma
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