Circunloquio

Hay diarios crudos, los de John Cheever son un claro ejemplo de ello. Ionesco también es brutalmente honesto. Estos, en cuanto a intimidades se refiere. Cioran es crudo en otro ámbito, en el de la intelectualidad y la espiritualidad; no habla de sus preferencias sexuales ni de los detalles más escabrosos, si es que los hay, sobre su vida íntima junto a Simone Boué, su esposa. 

Mis diarios, los que comprenden la década pasada, están escritos en papel, y como los de cualquier diarista, son un fiel reflejo de mis circunstancias y lo que estas me llevaban a pensar; aun así, cuando los releo, veo en ellos demasiada afectación, cierta impostura, un querer darse importancia impropio de un hombre maduro que ha tenido el tiempo suficiente para reflexionar sobre lo acontecido. Siempre estoy tentado de romperlos y tirarlos a la basura. Son papeles demasiado íntimos, que únicamente conocemos ella y yo. 

Los diarios de Internet, que escribo simultáneamente en Facebook y en Blogger, están asimismo marcados por las circunstancias, con la diferencia de que ahora carecen de esa afectación pueril que caracteriza a los escritos en papel.

Nunca he sido capaz de sincerarme en unos ni en otros. Transcribir al papel o a la pantalla todo lo que se me ha pasado por la mente o lo que ha acontecido en mi vida supondría un ejercicio de crueldad innecesario para conmigo. No hay por qué enfrentarse la cruda verdad del yo, principalmente porque no existe tal cosa.

Los verdaderos diaristas, los que escriben sus papeles al desnudo, son aventureros que abren caminos hasta entonces inexplorados por ningún otro. En cierta medida su tarea es heroica, como la de los filósofos, porque salvan vidas. Una cadena de testimonios, así como un  sistema de pensamiento, pueden ser sendas puertas que conduzcan a la salvación. 

Me gusta esa frase, no sé si bien atribuida o no a Kurt Kobain, que reza así: «Si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma, mucha gente al verme sonreír lloraría conmigo».

No diré que mi carga melancólica llegue a los niveles que alcanzó el cantante de Nirvana, pero hay algo ahí dentro, en las vísceras y en el corazón, que me hace sentir vulnerable frente a la callosidad que se interpone entre las relaciones humanas, tan propia del sentir común, y es por eso, en parte, y en parte también por una mezcla de falta de coraje y de desilusión frente a los hombres, que cada vez recurro más al sutil ejercicio del circunloquio para narrar el acontecer diario de mi vida.

Jesús de la Palma 

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