Soledad y madurez
«El hecho de que nos acostumbremos a reprimir la opinión propia nos hace cobardes». De este modo se pronuncia el protagonista de “Solo”, la novela de August Strindberg, en lo concerniente a la injusticia.
En cierto modo desconfío de los mártires, acuso en su presencia todo el peso de un aura protagonista y egocéntrica, que opaca toda posibilidad de transparencia del carácter y las intenciones.
Opinión muy diferente me inspiran los solitarios, aislados de la sociedad por no tolerar la injusticia y la hipocresía, sus dos estandartes más visibles, por lo que he puesto mi atención en el párrafo de marras y lo he subrayado a conciencia.
Otra cuestión que siempre me ha preocupado ha sido la madurez, algo que, si se alcanza, pues lamentablemente no se da en todos los casos, es con los años.
Siempre he deseado atravesar el tempestuoso océano de la juventud cuanto antes, de ahí que desde muy temprano haya considerado haber nacido “viejo y preocupado”.
En esto último me he identificado también con Strindberg cuando pone en labios de su personaje que: «Desde niño siempre tuve el deseo de envejecer».
Jesús de la Palma
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