Quincuagésima ola de feminismo
Lo acabo de consultar y tengo doscientos cuarenta y ocho “amigos” en Facebook. Antes de la plandemia tenía alrededor de mil quinientos. Pero fui eliminando a todos los que estaban del lado de los aplausos en los balcones, de cantar cancioncillas y de los que llamaban “héroes” a los sanitarios. De esos doscientos y pico amigos con los que me he quedado hay uno o dos o tres a los que considero verdaderos amigos, y otros tantos a los que aprecio bastante. El resto está conformado por gente a la que no conozco y tampoco sé muy bien por qué son mis “amigos”, y por personas que, aunque no tengo la menor interacción con ellos, me interesa lo que publican. De estos últimos, eliminé a uno de la lista hace unos días porque publicó una foto en la Plaza del Callao, en Madrid, en un acto feminista donde se condenaba una acción de cuyas características prefiero no acordarme. Y no quiero acordarme porque no comulgo en absoluto con este feminismo de cuadragésima o quincuagésima ola, quién sabe por cual van ya, que más parece un tribunal inquisitorial que un movimiento legítimo y razonable que luche por los derechos de las mujeres. Cuando vi la foto de este señor pensé que un hombre ahí en medio pintaba lo mismo que una persona negra en una manifestación del Ku Klux Klan. Yo suscribo y aplaudo cada una de las líneas escritas por Simone de Beauvoir en “El segundo sexo”, no sé mucho más de teoría feminista; pero el movimiento contemporáneo me parece más una actuación al servicio del poder que un movimiento ilustrado y reivindicativo.
Jesús de la Palma
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