Primeros de agosto (2023)
Primeros de agosto.
Hoy hemos salido a dar un paseo a última hora y a cenar fuera. Hasta pasadas las diez y media el calor era tan intenso que dificultaba la respiración.
Hemos ido al mismo sitio donde estuvimos el año pasado con J. y su pareja por estas fechas, día arriba, día abajo.
Yo lo conocí esa noche, pero ella siempre me hablaba de su querido primo.
Prejubilado como estaba, comenzó a cursar un grado en Historia. Recuerdo que yo le hablé de Tucídides y el mencionó a San Agustín. Quedamos en estar en contacto. Poco después, falleció.
Cuando hoy se lo he recordado a ella, he visto cómo se emocionaba.
Al buzón ya solo llegan facturas de luz y agua y propaganda. Hoy, sin embargo, al salir, lo hemos abierto y nos hemos encontrado una carta escrita a mano. Alguien la ha dejado allí directamente. En el lugar de la dirección, han escrito: “Para la familia”. Dentro del sobre, una carta manuscrita, de más o menos tres cuartas partes de un folio por una cara que comienza con un enunciado genérico: “Estimado lector/a”. Acompañando al manuscrito, un díptico de los testigos de Jehová encabezado por un enunciado interrogativo y apocalíptico, a saber: “¿Dejaremos de sufrir algún día?”. A este lo sigue la ilustración de una mujer joven y sufriente, y a este, a su vez, un cuestionario que trata de hacer partícipe al receptor de la pregunta otorgando tres posibles respuestas: “Sí, no y tal vez”.
Hoy he leído poco; algunas páginas de la introducción al “Teeteto”, un diálogo platónico. Me he detenido y he subrayado profusamente una parte donde se analiza la tesis heraclítea de que las cosas no tienen una realidad estable, sino que son meros procesos de agregados de percepciones en constante flujo y movimiento. En definitiva, que “nadie se baña dos veces en el mismo río”.
Jesús de la Palma
Comentarios
Publicar un comentario